#5 República de las Viejas
Una entrega sobre Ruth de Adriana Riva, los jubilados en Argentina, Lorde y las crisis de la edad.
El otro día subí a mis stories de Instagram una captura de pantalla de una charla que estaba teniendo por Whatsapp. A las 7:42 de la mañana mandé este mensaje: “Me siento como ese cuento de Kafka donde un tipo se tira por la ventana”. Recibió 20 likes. Ni una foto de mi perrita durmiendo tiene toda esa atención. Este es el cuento.
Si te gustó ese posteo y está leyendo La Tortuga, genuinamente te pregunto: ¿Cómo estás?
Una de mis líneas preferidas de Okupas, la serie argentina de Bruno Stagnaro, la dice el Chiqui: “Che pollo, ¿te diste cuenta de que hay menos panaderos ahora que antes?”. Panaderos refiriéndose a esas flores con plumitas, que en otras partes de Latinoamérica se llaman Diente de León.
Un diálogo así tuvimos el otro día con una de mis mejores amigas cuando fuimos a comprar gomitas al super drugstore 24 hs que está frente al Teatro San Martín. “Viste que las moras vienen cada vez más chiquitas”, observó mi amiga Eliana. Y no se equivoca: ahora son chiquitas o más chiquitas de lo que recuerdo.
Puede ser que mi mano se haya agradado desde que empecé a comprarlas a los 5 años. O puede ser que los huesos de animales que se usan para hacer la gelatina estén más caros que a principios del siglo XXI. También está la opción de que la capacidad de recordar deforma los hechos cómo eran.
Perdón por caer en lugares comunes pero “hay algo tiránico en el paso del tiempo”. Por ejemplo, el otro día en el supermercado coincidí en el pasillo con una madre y su hijita. “Deja pasar a la chi…señora”, advirtió la mujer. “La chi…señora” era yo, con mis pelos que iba a lavar esa tarde y una tote bag con la pintura de un zorrito. Capáz fue mi forma de caminar después de haber vuelto del trabajo -casi dos horas de viaje desde Constitución- mi piloto heredado de Adidas o mis cejas.
Pero supongamos que ella no se equivoca. Que sí, que a mis 26 años ya soy una señora. Aún no me asimilé como mujer y ya soy una señora. Tiene lógica, no se pudo determinar todavía a qué edad precisa ya somos viejos.
A esto se suma que vivo en Versalles, un barrio en la otra punta de donde está la “movida porteña”. En nuestra plaza hay un mural de mamá Cora, el personaje de Antonio Gasalla en Esperando la Carroza, porque acá se filmó la película entre muchas otras. Todas las cervecerías que se quisieron afianzar en la zona cerraron y sobrevivieron los cafecitos. Y todavía tenemos adultos mayores tomando mate en la vereda. Es una república de viejas y de viejos.

“Yo también soy Ruth. A mi también me gusta estar en camisón en la cocina”, le dije a Adriana Riva, la autora del libro Ruth. Salió en 2024 y va por su cuarta edición con la editorial Seix Barrial. La interacción se dio en el taller de lectura del Amigos del Bellas Artes. Y de nuevo, más allá de los géneros, éramos todas señoras divinas de Recoleta reunidas para conocerla.
La novela es una de “personaje” y se centra en Ruth, una mujer judía de 82 años que le gusta tomar clases de arte por zoom, ir a museos y salir con sus amigas a la ópera. Mediante sus sesiones con el psiquiatra conocemos cómo fue su relación con su marido y los deseos que aún tiene. El relato tiene recursos del fluir de la consciencia y el monólogo interno, no hay menciones del tiempo aunque es notorio que van sucediendo las cosas hacia delante.

Con Adriana conversamos sobre distintos temas que recorren su novela y dijo algo que particularmente vengo pensando hace rato: cada vez más hay más libros sobre la vejez porque las personas están viviendo más años. Y no solo eso, cada vez somos más viejos en la calle. Es obvio que en esa ecuación los relatos sobre y desde la vejez se diversifiquen, que no capturen solamente historias sobre el deterioro físico y las enfermedades, sino todo el loco mental que hay que hacer para alinearnos con la edad que tenemos.
Hay una parte en particular del texto que anoté en una servilleta. Es cuando Ruth se sorprende por la existencia de sus dos hijos adultos. Expresa: “¿De dónde salieron?”. Uno es un abogado soltero, el otro papá de dos nenas y dueño de un perro. No, no hay indicios de que la heroína tenga demencia.

Nunca se mencionan los nombres de los hijos, pero sí los de sus amigas. Las chicas que crecieron con Ruth y con las que sigue haciendo planes. Adriana contó que los personajes están basados en su mamá -protagonista de la portada- y sus amigas. Hubo un momento de comicidad en la reunión respecto a esto y es que las Fanny y Normas reales le preguntaron a la autora cuál de todos los personajes de la novela son.
Te dejo una entrevista que le hizo Ana Correa a Adriana Riva a propósito de Ruth para el podcast La Ventana Indiscreta.
Personalmente, me alegra que existan historias como la novela de Riva o series como Only Murders in The Building (lo menciono porque terminé la última temporada y es increíble). A pesar de la edad avanzada, los personajes siguen apostando por la aventura y siguen lo que quieren.
También pienso en Lorde, artista con la que crecí. A los 16 compuso Ribs, una canción en la que repite “Me da miedo envejecer” y “Te vuelve loco la idea de envejecer”. A los 23 sacó Stoned at the nail salon -drogada mientras me hacen las uñas sería su traducción- donde canta: “Porque todas las chicas hermosas envejecen como las rosas”. Es injusto que a un proceso tan natural como la vejez se la siga viendo con temor, pero a veces el miedo viene más por el mundo en el que vamos a vivir en 50 años que por cómo van a estar nuestros cuerpos.
El panorama para crecer y morir en Argentina no es alentador si trabajaste toda la vida y nunca heredaste nada de tus antepasados. Más cuando ves un reel de Instagram donde un policía le da un bastonazo en la cabeza a una jubilada que gana 300 mil pesos por mes (la canasta básica es de un millón) y la tira al piso. Esto pasó en la movilización de jubilados del 12 de marzo en Plaza de Mayo, que se viene haciendo todos los miércoles.
Ni hablar que los periodistas y comunicadores corremos peligros de muerte por hacer nuestro trabajo. Pablo Grillo, fotoperiodista independiente, sigue internado en el Hospital Ramos Mejía después de haber recibido una bala de goma en la cabeza en la represión del 12 de marzo. Actualmente ya pudo volver a escribir su nombre y hablarle a su papá.
En este análisis periodístico sobre el disparo a Pablo Grillo hecho por Paz Rodríguez Niell, Nicolás Cassese y Martín Rodríguez Yebra se desarticula el relato que quiso imponer Patricia Bullrich, ministra de seguridad nacional sobre la agresión al fotoperiodista.
Una semana después, hubo otra marcha en Plaza de Mayo por los jubilados. Beatriz Blanco, la mujer golpeada por un bastón, volvió a ir, agarrada del brazo de otra y sin temor. En este video de Crónica habla sobre por qué elige marchar.
Hay un cartel que tiene una presencia reiterativa en las movilizaciones y que es muy dificil despegarse de su mensaje: “Todxs vamos a ser viejos”.
Mañana es otro 24 de marzo en Argentina, Día por la Memoria, Verdad y Justicia. Las organizaciones sociales convocan una marcha a Plaza de Mayo a partir de las 16:30 para conmemorar los 49 años del último golpe militar.
Te dejo para escuchar una de mis canciones favoritas sobre la democracia, Esto es un tesoro de Carmen Sánchez Viamonte. La artista es nieta de Herenía Cámara de Sánchez Viamonte, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo de La Plata.
Hace dos años tuve la oportunidad de entrevistarla para Feminacida y esto es lo que me dijo sobre la canción: “El tesoro es el amor que prevalece como contraparte de la muerte. Aunque hayan matado a un montón de gente, el amor es imposible de matar”.
Eso es todo para esta entrega. Espero que tengas una buena semana y nos vemos la próxima.
Si es la primera vez que lees este newsletter, te invito a suscribirte por acá:
Para estar al tanto de las novedades, podés seguirme en mi cuenta de Instagram.
Hermoso Lai